Este breve libro, en donde la alegría y
la pena son gemelas, cual las orejas de Platero, está escrito
para... ¡Qué sé yo para quién!..., para quien escribimos los poetas
líricos... Ahora que va a los niños, no le quito ni le pongo una
coma. ¡Qué bien!
"Dondequiera que haya niños- dice
Novalis-, existe una edad de oro". Pues por esa edad de oro que es
como una isla espiritual caída del cielo, anda el corazón del poeta,
y se encuentra allí tan a su gusto, que su mejor deseo sería no
tener que abandonarla nunca.
¡Isla de gracia, de frescura y de
dicha, edad de oro de los niños; siempre te halle yo en mi vida, mar
de duelo; y que tu brisa me dé su lira, alta y, a veces, sin
sentido, igual que el trino de la alondra en el sol blanco del
amanecer!
El PoetaMadrid, 1914
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